La leyenda de la muchacha lobo sorprende por ser un relato con tintes negros pero con un final esperanzador. Los montes bercianos están plagados de misteriosos merodeadores, protagonistas de un sinfín de cuentos y leyendas que servían para avivar el combustible de los filandones. Y, con ello, no nos referimos al fuego, precisamente. Mouros, xanas, bruxas, trasgos y por supuesto ánimas, eran los notorios protagonistas de estas oscuras historias.

El hombre lobo que, junto a los vampiros, probablemente haya sido la criatura mitológica que más veces hemos visto en el cine, también tiene su guarida en los bosques leoneses.

La leyenda de la muchacha lobo

Cuentan nuestros versados mayores que, en Burbia, una muchacha fue abandonada por sus padres con el terrible destino de que se la comieran los lobos. La joven, al verse sola, se adentró en el monte lleno de lobos. Pero estos, quizás guiados por una extraña compasión, no se la comieron. Fue entonces cuando la muchacha se hizo con una piel de lobo y se transformó en uno de ellos.

Tiempo más tarde, la Muchacha Lobo encontró refugio en un pueblo donde había una casa, en cuyo desván secaban las castañas todos los habitantes de la localidad. Ellos, ignorando la presencia de la muchacha, ataviada con su piel de lobo, subían al altillo a dar vuelta a las castañas sin sospechar que nunca volverían a bajar.

El pánico reinó en la localidad hasta que apareció por allí un soldado, un chico valiente y decidido. Los vecinos, temerosos, le explicaron lo que ocurría y, sin pensárselo dos veces, el joven dijo: «Pues voy yo».

Y así lo hizo. Al subir al desván quedó sorprendido. No había ningún monstruo ni ninguna fiera terrible sino una hermosa joven, sentada junto al fuego con una piel de lobo, peinando su larga cabellera con cuidado. El soldado, evitando que la muchacha se percatara de su presencia, cogió la piel de lobo y la arrojó al fuego. Entonces se abrazó con fuerza a ella rompiendo así la maldición. «Si me quedara algo de esa piel, a ti no te quedaría más que una oreja», dijo la muchacha, pues hasta entonces aquel había sido el destino de cuantos habían subido al desván. Liberada de sus instintos lobunos, la joven recobró su personalidad humana y acabó casándose con el joven soldado que la había salvado de tu futuro como un animal.

La otra historia

Como toda leyenda, esta puede ir variando en su viaje de boca a boca y de oído en oído. Existe otra versión de la historia de La Muchacha Lobo que cuenta como una chica devoró un botillo ella sola aprovechando que sus padres habían ido a misa. Al volver estos a casa y ver que la joven se había comido cuanto había, la madre exclamó: «¡Si comieras siete años como los lobos!» Y el padre sentenció: «Amén». Con lo que la joven se convirtió en uno.