El amor y el desamor alimentan la leyenda de las lágrimas de Carissia.
Desde las ninfas griegas, hasta las xanas y luego a las ondinas. Las damas del lago o las “Hadas del agua” han sido protagonistas de infinidad de leyendas y cuentos, algunos de ellos llevados, incluso, a la gran pantalla.
En el Bierzo estas leyendas también se han hecho un hueco. Muchas de ellas nacidas entorno a la creación artificial de los lagos que se usaban en las explotaciones romanas, entre las que se encuentran, como no podía ser de otra forma, Las Médulas. Y es que es aquí donde se ubica una de las leyendas más conocidas y recitadas.
Las lágrimas de Carissia
Esta leyenda nos cuenta que la intrépida Carissia disfrutaba de una vida tranquila y relajada en tiempos de los romanos, en la ciudad de Lucerna. Pero el azar quiso que un día se encontrara en el bosque con el general Tito Carissio, conquistador de Lancia y el Bierzo.
Tito Carissio estaba de cacería en una montaña próxima al Castillo de Cornatel. Aquel inesperado encuentro fue suficiente para que Carissia se enamorara perdidamente del romano, apuesto y con muchos éxitos a sus espaldas. Pero él no podía corresponderla por pertenecer al pueblo astur, el cual los romanos tenían órdenes de dominar.
El dolor de Carissia fue tan profundo, que estuvo años llorando por su general y sus lágrimas terminaron por inundar la legendaria ciudad de Lucerna, dando lugar al Lago de Carucedo.
La historia también nos cuenta que todos los años, al amanecer del día de San Juan, cuando se abre el alba y el sol dora las aguas, se puede ver al fondo el reflejo de la ciudad de Lucerna. En esa noche serena, la bella Ondina sale del Lago de Carucedo en busca de un apuesto hombre que la cure de sus desamores.